Mis setenta años conviviendo con la polio
Por Jong-Geun Lee, Club Rotario de Wonju (Corea), presidente del Comité Distrital de PolioPlus (D3730)
Nací en una aldea del sur un año después del final de la guerra de Corea. Debido a lo vulnerable de nuestra situación sanitaria, contraje la polio a los 9 meses de edad. La fiebre duró varios días y mis dos piernas quedaron paralizadas. Aunque mis padres eran maestros, no contaban con muchos conocimientos sobre la polio y pasaron los primeros días de mi enfermedad dedicados a la oración y a las prácticas supersticiosas. No fue hasta que cumplí 24 meses que se me diagnosticó finalmente la polio.
Para caminar, tuve que recurrir al uso de muletas, pero al ser tan risueño y activo, disfruté de una alegre infancia con muchos amigos del pueblo. Mi hermano pequeño me acompañaba a la escuela cargando mi mochila. Si el aula no estaba en la planta baja, mis compañeros me cargaban a la espalda. En aquella época, mi familia vivía en una casa alquilada en una colina cercana a la escuela y mis compañeros de la escuela me llevaban a casa. Sin embargo, a pesar de esta ayuda, a menudo sufría caídas cuando el corrector ortopédico se aflojaba o las muletas se enganchaban con algo, de manera que me esforcé por estudiar con más ahínco.
Solicité plaza en todas las facultades de medicina del país con el objetivo de convertirme en un médico que tratara a personas como yo, pero todas me rechazaron. En aquella época, a las personas con graves discapacidades físicas no se les permitía asistir a las facultades de medicina. Rechazado por docenas de universidades y sintiendo frustración e impotencia, decidí permanecer postrado y rechazar todos los alimentos y bebidas.
Al final, me matriculé en la carrera de Arquitectura como segundo mejor estudiante de mi promoción, pero el camino para convertirme en arquitecto tampoco fue fácil. Tener una discapacidad significa tener que hacer las cosas mejor que los demás. Las clases teóricas se me daban muy bien, pero el dibujo era un reto. Tenía que elaborar diseños arquitectónicos detallados con un papel de calco en un gran tablero de dibujo. Sin embargo, con las muletas, mi postura no era estable y no podía sostener bien la escuadra. Si las líneas no son rectas, el diseño no puede realizarse correctamente. Volví a sentirme frustrado y pensé en cambiarme a la carrera de Derecho. Sin embargo, el decano me frenó, diciéndome que «nada en la vida es fácil de conseguir». Entonces apareció la regla paralela, instrumento que me ayudó a enderezar las líneas.
Después de terminar la universidad, conseguí trabajo en un estudio de arquitectura. Fue por entonces cuando conocí a mi esposa. Fue una especie de cita a ciegas. La casamentera le dijo que yo era un hombre guapo e inteligente que cojeaba de una sola pierna y no usaba muletas. Mi esposa recuerda que cuando abrí la puerta del café y vio mis dos muletas, estuvo a punto de perder la cabeza. Sin embargo, cuando nos sentamos a hablar, se dio cuenta de que yo era bastante guapo y hablaba muy bien. Quizá todo fue gracias a la luz del café, ya que este estaba un poco oscuro.
A la mañana siguiente, cuando me dirigía al trabajo, ella me llamó y me dijo: «¿Qué vamos a hacer?». Yo le dije: «Me gustas, pero quiero ser cuidadoso porque tengo una discapacidad». Entonces ella me dijo: «Casémonos sin más, en lugar de pensar en esto y lo otro». Más tarde, ella me contó que se dijo a sí misma: «No debería apartarme de esta persona. Seré sus manos y sus pies el resto de mi vida». Así fue como nos casamos y este año celebramos nuestro 42º aniversario de matrimonio.
Después de casarnos, nos instalamos en la ciudad de Wonju, en el oeste de Corea. Mi sueño era conseguir la licencia de arquitecto y dirigir mi propia empresa, pero me resultaba difícil dibujar planos. Me presenté al examen siete veces, antes de superarlo al octavo intento. De los 20 000 arquitectos licenciados del país, yo sería el único con las dos piernas paralizadas. Así, en 1992, abrí finalmente mi propio estudio de arquitectura.
Mi actividad como arquitecto se centra en el diseño sin barreras. El diseño sin barreras es aquel que permite desplazarse cómodamente a todas las personas con problemas de movilidad, como discapacitados, ancianos y mujeres embarazadas. No incluye obstáculos ni escalones innecesarios, dispone de pasamanos y la anchura de las puertas es lo suficientemente amplia para permitir el paso de las sillas de ruedas e incluye rampas o ascensores para facilitar los desplazamientos verticales. Así, las personas como yo pueden disfrutar de una calidad de vida similar a la de los demás.
Fue en 2003 cuando conocí a Rotary. Dos de mis amigos de la escuela secundaria eran socios del Club Rotario de Wonju. Ellos me presentaron a Rotary, mencionando su labor para la erradicación de la polio. Ahora que lo pienso, afiliarme a Rotary fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida.
Dai Bong Yu, gobernador 2022-2023 del Distrito 3730, se afilió al club un mes después de mi ingreso. Él es un hombre activo y entusiasta que siempre me decía: «Si eres arquitecto, tienes que subir a la cima de la montaña para ver toda la ciudad. Así podrás diseñar mejores edificios para nuestra comunidad». Un día de primavera, me llamó sin decirme el motivo. Cuando salí, había 20 socios del club que me recibieron con un cargador que habían hecho ellos mismos. Me cargaron en sus espaldas y empezaron a subir por turnos una montaña de 1043 metros de altura. Por mucho que sea más ligero que los demás, no es fácil cargarme ya que peso más de 40 kg. Yo podía oír la respiración agitada de mis compañeros. En mi posterior contribución a la revista del distrito, escribí: «Ese día la polio no me acompañó. Las lágrimas rodaban por mis mejillas debido al profundo sentimiento de compañerismo que experimenté».
Desde entonces, ejercí el cargo de presidente número 51 de mi club en 2013-2014 y ahora soy el presidente del Comité Distrital de PolioPlus. Cuando imparto sesiones de capacitación a los rotarios o cuando alguien pregunta por qué debemos erradicar la polio, les digo: «Cuando miro hacia atrás y veo el camino que he tenido que recorrer, considero que nadie debería contraer esta enfermedad».
Han pasado 70 años desde que contraje la polio, pero sigo sin poder caminar tranquilo. Siempre me preocupa tropezar con algo y perder mis muletas, o que mi aparato ortopédico se afloje y se caiga. Mi vida con la polio ha sido muy dura. Hay muchas enfermedades que causan discapacidades, pero la polio es prevenible y erradicable. Como rotario superviviente de la polio, les ruego encarecidamente que hagan todo lo posible por eliminar la polio de la faz del planeta.
Entérate más sobre cómo combatir la polio en www.endpolio.org/es
Fuente: Rotary International